sábado, 21 de agosto de 2010

Saber-

-Cómo estás?- Cerrás los ojos un instante imperceptible y finalmente contestás con un suspiro - Bien -. Otra vez la mentira, ya aprendiste a convivir con ella, hasta te engañás a vos misma con esa respuesta en algunas ocasiones. Ni quiero preguntarte de quién heredaste ese don  (si es posible llamarlo de esa forma) te alterarías demasiado, y para qué te voy a preguntar si yo muy bien lo sé. Podrías suponer, pero como suponer, suponemos todos y generalmente nos equivocamos.
Te conozco desde la punta del dedo gordo y mocho del pie hasta el último pelo alborotado de tu cabeza. Si si, muy bien. Pero vos no, y eso te mata. No tener ni un porcentaje de seguridad acerca de tu identidad, ni un mísero bosquejo. Día a día te cuestionas otra cuestión, parece el colmo no?. Pero qué necesidad tenés de saber exactamente quién sos? Si lo miras desde este otro lado lo verías como algo muy estúpido, como si te contaran el final de la película o algo por el estilo. Pero igual, te desespera. Aunque intentes cambiar de plan siempre volvés al mismo. Y creo que ahí esta el error, no debería existir ningún plan!!!. Siempre inconclusa, sin metas cumplidas. Podrán decirte "qué me estas diciendo? justo VOS me venís a hablar de metas incumplidas?". Por este tipo de respuestas llegaste a no querer escuchar más, optaste por callar y sonreír, aunque no te aguantes más las lágrimas que quieren salir como locas desde el centro de tu pecho. Aguantás y sonreís, es lo único que podes hacer. Pero...existe un ser que sin decir una palabra logra que estalles y dejes brotar toda la catarsis que necesites. Un ser maravilloso. A veces esperas que soluciones super geniales salgan de su boca y frustrada llorás con mas ganas. Sabés, y sabés muy bien, que no hay soluciones, no hay pasos a seguir para llegar a la felicidad. Sólo sabés que necesitás un abrazo. No, su abrazo. Como escribiste aquella vez sin entender muy bien, pero a la vez segura, mientras yo te susurraba al oído sin que te dieras cuenta "Mi super-héroe cotidiano". Y así fue. Hoy y para siempre. 



Y justo justo te tenías que encontrar con ese peluquero que hacía como ocho años que no veías. El que te decía que ibas a engordar por comerte un chupetín y el que había hecho esa casa enorme de juguete con palitos de helado, con la cual te entretenías horas mirando todos sus rincones mientras esperabas que tu papa se cortara la barba.

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