lunes, 16 de julio de 2018

Me duele todo el cuerpo desde que no me quieres, amor

Me duele todo el cuerpo 
desde que no me quitas la ropa,
amor.

Ando por andar,
desde que tus ojos no me invitan a conocer la ciudad
me pesan más las piernas
que las palabras,
y lo que antes era un baile con las hojas
sobre tus pies
ahora es un árbol desnudo
sin marcas de amor en la corteza,
como tu corazón 
sin la huella de mi nombre.

Miro por mirar,
acostumbrada a tu cara
la luz del sol ahora me hace daño:
la ceguera debe ser algo parecido
a no verte.
Ya no busco deseos con la mirada,
ya sabes lo que dicen de las estrellas fugaces:
es en el momento en el que te giras a verlas
cuando desaparecen
y sólo quedan polvos
de su rastro.
Eso me pasó contigo:
estuve tan ocupada buscándote
que cuando te tuve delante,
no te vi,
y ahora tengo los ojos 
llenos de arena 
y de tiempo.

Duermo por dormir,
porque el café ya no me sabe a tardes contigo,
porque dormida es el único momento del día
en el que no te pienso
conscientemente, 
porque lo llaman insomnio
en vez de llamarlo pensar en ti,
porque mi cama 
ahora es otro lugar más
en el que no voy a encontrarte,
porque con los ojos cerrados
los días respiran más rápido
y necesito soñar
para seguir dormida.

Recuerdo por recordar,
porque algo tengo que hacer contigo
ahora que no estás,
y en ese combate
de mi corazón contra tu fantasma
siempre me dejo vencer por la memoria.
La primavera 
me tira flores a la ventana
que cuentan que ahí afuera
se multiplican las piernas por los ojos,
pero siempre me dijeron
que los recuerdos se conservan mejor en el frío,
así que acuno
la parte de mi memoria que conquistaste
y le quito la ropa:
cuando el recuerdo
es lo único que te queda de alguien,
la amnesia pasa a un segundo plano.

Escribo por escribir,
porque de algo tengo que alimentarme
si no andas cerca,
porque es la única forma que tengo
de hablar contigo sobre ti,
porque sólo así puedo tocarte,
besarte,
(re)tenerte,
pedirte que vuelvas
y hacerte el amor
hasta que se me acabe la tinta.

Quiero por querer,
porque el amor que me queda por dar
son los restos que tú dejaste,
porque de algún modo tengo que olvidarte
recordándote en otro nombre,
porque es la única manera de dejarte ir
y que sigas aquí, 
porque el amor sin tí
es una carta sin destinatario
y se me acumulan los sobres en el descansillo.

Me duele todo el cuerpo
desde que no me quieres,
amor.

Elvira Sastre, "Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo"

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