Y quizás ahora empiezo a vislumbrar el porqué de tanto enojo, tanta bronca, tanta angustia. Comprendo que no es lo que hace o cómo lo hace si no que sea, que exista. Que ocupe un lugar (y le den el lugar) que no le corresponde y aún así se crea más que él.
Es el enojo acumulado de hablar y que no escuchen, de llorar y no entenderme; de juzgarme y ser culpable por sentir lo que siento. Por perdonar, por volver a escuchar el otro lado de la historia, por olvidarme, por borrar y querer dar otra oportunidad. Volver a caer y no aprender más, mientras todos te señalan y te dicen "Yo ya te avisé".
Es un círculo, como cada noviembre en que te haces presente...
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