Nunca dormí una siesta un martes. No podía. No podía permitírmelo porque ese era el día que cursaba las materias más importantes, desde los 12 años. Por lo tanto siempre tenía que estar lista para demostrarle algo a alguien, mostrar cuánto había avanzado de una semana a la otra.
Hoy, martes, dormí una siesta. Hoy no le tengo que demostrar nada a nadie. Bueno, capaz a mí misma.
Y el temita de avanzar es relativo, pero mejor lo dejamos para otro día.
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