lunes, 23 de enero de 2012

Escucho...

Escucho esta obra y me imagino la casa de la abuela, pero no la mía, otra que no conozco. Veo el sonido recorriendo los pasillos de cerámicos de granito atrapados por dos paredes repletas de cuadros y espejos predispuestos de manera irregular. Un pasillo largo que no deja ver el final, todo en penumbra, una luz ceniza envuelve el ambiente. La música proviene de una de las puertas que lo atraviesa. Semi entornada deja entrever un sillón forrado con tela estampada de flores, arriba de una mesita una lámpara de escritorio que ilumina el accionar del ejecutor: un viejo toca-discos cubierto por una fina capa de polvo...

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